Un viaje en el tiempo de más de 1.000.000 de años
La Sierra de Quibas en La Cañada de la Leña, Abanilla, nos permite adentrarnos y conocer un poco mejor la historia del territorio murciano y la vida existente en la región murciana hace un millón de años. Imagina descubrir por accidente durante un tranquilo día de senderismo restos fósiles y óseos pertenecientes a la época del yacimiento ibérico más notable de toda la historia, el de Atapuerca. Un latigazo de emociones y dudas como las que debió experimentar aquel grupo de excursionistas cuando, a finales de 1994, se toparon en una cantera abandonada de la Sierra de Quibas con un conjunto de huesos y dientes fósiles no humanos.
Aunque aún no se han encontrado en este yacimiento restos que indiquen el paso del hombre por esta zona, sí que se ha podido avanzar en la reconstrucción del contexto ecológico y ambiental que existía hace un millón de años, tal y como explica Pedro Piñero, codirector del yacimiento junto a Jordi Agustí.
Desde huesos de leones y rinocerontes, pasando por macacos y tejones, son algunos de los restos encontrados en las excavaciones en este yacimiento de origen kárstico, que lo data de algo más de un millón de años de antigüedad.
La visita al yacimiento no es posible, a no ser que se visite en la jornada de puertas anual que los paleontólogos ofrecen cuando vienen a trabajar (normalmente en el mes de octubre).
Para conocer un poco más sobre este yacimiento, se puede visitar el Centro de Interpretación del Yacimiento Paleontológico de la Sierra de Quibas ubicado en la entrada del auditorio municipal de Abanilla, llama a la Oficina de Turismo y te facilitarán la visita: tel.: 968 684075; turismo@abanilla.es
UN SAFARI PLEISTOCENO EN LA SIERRA DE QUIBAS
Paleontología. El yacimiento de Abanilla es una cápsula del tiempo de hace más de un millón de años en la que se han descubierto ya más de 80 especies de fauna, algunas desconocidas.
Casi en el límite de la provincia con Alicante, la Región de Murcia alberga en el municipio de Abanilla, en el paraje de La Loma, un yacimiento de hace entre 1.100.000 y 900.000 años (Pleistoceno Inferior) que está desvelando los secretos de antiguos mundos ahora perdidos. Una auténtica «cápsula del tiempo», lo define el director del yacimiento, Pedro Piñero, que está desenterrando las condiciones ambientales en las que vivieron hace más de un millón de años grupos humanos en Europa occidental, casos que solo se hallaban en Orce (Granada) y Atapuerca (Burgos).
Desde entonces, las mismas fauces de las que escaparon rebotando unos cuantos huesos fueron una trampa natural para la fauna, una cavidad subterránea cuyo techo se hundió y quedó transformado en piedra, atrapando con el tiempo restos de decenas de especies.
El descubrimiento del yacimiento, subraya Piñero, «abre una ventana excepcional a la biodiversidad del sureste ibérico» en una época en la que el clima era más húmedo y fresco que el actual y donde convivieron especies muy diferentes.
Los trabajos científicos han permitido identificar más de 80 especies de fauna, algunas desconocidas hasta ahora, como dos de los primeros linces ibéricos del mundo, que habitó en las montañas de Abanilla; en concreto, el fósil más antiguo del que se tiene noticia.
Además, se han hallado poblaciones más antiguas de pequeños mamíferos que las registradas en Europa. «Se han encontrado restos de la fauna vertebrada más antigua del continente en esta zona de la Región», explica Piñero.
La sima se abrirá a las visitas en 2026, con seguridad y desde dentro, se podrán ver dos réplicas del nivel fósil en el Centro de Interpretación Paleontológico Sierra de Quibas, en el Auditorio Municipal, que se construirá en el municipio de manera itinerante por los centros escolares de la Región.
Pero, además del lince, se han hallado en el yacimiento restos de tortugas, cérvidos, macacos y caballos, así como de más de 80.000 restos fósiles de micromamíferos y reptiles. Los análisis de estos fósiles, junto con los estudios geológicos de los sedimentos en los que se hallaron, han permitido reconstruir con gran precisión la historia del ecosistema.
Diferentes (la más antigua documentada) hasta la nueva especie de lagarto sin patas Ophisaurus manchegoi, que en los últimos análisis del yacimiento permitió confirmar que su especie peninsular fue el último grupo de fauna subtropical en Europa. También han encontrado fósiles de peces y moluscos terrestres.
El paleoclima y la sucesión de fases glaciares e interglaciares
El yacimiento de Quibas se ha convertido también en un laboratorio para explorar las dinámicas glaciales e interglaciares que sucedieron en el momento de formación del yacimiento abanillero. Cielos fríos y secos se alternaban con episodios cálidos y húmedos, «modulados» por intervalos de unos 40.000 años fruto de las variaciones en la inclinación del eje de la Tierra, explica el codirector de Quibas Jordi Agustí.
Así, entre hace 1.100.000 y 900.000 años, el equipo de investigación de Quibas ha podido determinar sucesiones de hasta seis ciclos climáticos, la primera vez que se registra en Europa para este período de tiempo en el ámbito terrestre, periodo de transición hacia las glaciaciones más intensas del Pleistoceno medio (hace 800.000 años).
Para detectar esta alternancia de periodos glaciales e interglaciares, los investigadores han analizado la posición estratigráfica de los sedimentos en cada nivel, identificando capas de origen hídrico (relacionadas con un clima húmedo) y capas de origen eólico (que denotan un clima seco), y han buscado evidencias de fauna adaptada a uno u otro clima (como el macaco, indicador de ambientes húmedos y cálidos; o el hámster y la ardilla voladora, de ambientes fríos).
La fauna de la zona, explican los investigadores, quedó atrapada en la fosa de la Loma de Quibas. La acumulación de sedimento rico en fósiles en un lapso tan corto de tiempo ha permitido «fotografiar» seis ciclos climáticos en menos de 200.000 años, lo que ha permitido obtener una resolución climática sin precedentes en el sur de Europa.
Posterior a los yacimientos de Orce y Atapuerca, los restos humanos más antiguos de Europa occidental, densificando y completando los datos de estos yacimientos mediante el estudio de la peña fósil, dibuja de forma más precisa el paisaje de los ecosistemas en el pasado. El yacimiento es tan único y como «una estación meteorológica del Pleistoceno», dice Piñero, su director: «Nos permitirá averiguar cómo era el pasado para saber cómo actuar en el futuro».
Además, desde entonces, los animales han reaccionado ante fluctuaciones climáticas, «pero las actuales son más rápidas y de origen humano».
«Y, por otro lado, sabemos situar hoy en día especies en su contexto; por ejemplo, podemos saber si una especie llegó antes o después o si se extinguió o cómo progresó», añade.
Para Piñero, la abundancia de fósiles de micromamíferos que hay en Quibas «nos permite saber, como en un safari pleistoceno, qué fauna habitaba la Región en periodos glaciales (fase seca, más pradera) y en interglaciares (fase húmeda, más bosques)». …y por detalle el hábitat en el que evolucionaron.
En total, desde que en 1994 se descubrió el yacimiento por el hallazgo fortuito de unos excursionistas, que entregaron los restos óseos al grupo cultural paleontológico de Elche Cidaris, han sido 80 las especies identificadas en el interior de la cueva y la sima, entre los que también se encuentran otros mamíferos como los ancestros de lobos y bueyes almizcleros, bisontes, gamos, zorros, lirones, jabalíes o caballos; así como aves, entre ellas especies hoy desaparecidas de la península, como el ibis eremita presente, como la codorniz común, la paloma bravía, el cuco, el cernícalo, el milano carbonero europeo, el jilguero europeo, el águila real, el quebrantahuesos o el buitre negro, entre otros.
La presencia de anfibios y reptiles también indica el estado paleoclimático de Quibas, con víboras hocicudas, culebras de escalera, bastardas, de collar, lagartijas ibéricas, salamanquesas, tortugas…
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LA PALEONTOLOGÍA FASCINA PORQUE ES VIAJAR EN EL TIEMPO
El yacimiento de Quibas (Abanilla, Región de Murcia) se descubrió por casualidad.
Una antigua cantera dejó al aire libre los restos de huesos que, cuando se empezaron a investigar, convirtieron este yacimiento paleontológico en uno de los más importantes de Europa.
Quibas es una ventana abierta a un pasado de hace un millón de años: un mundo pleistocénico por el que pasaron dientes de sable, bisontes, ardillas voladoras, licaones, macacos y los primeros linces ibéricos.
Pedro Piñero lo dirige desde 2014 y gracias al estudio de los fósiles de este ancestro del lince ayuda a su conservación (a través del Life Lynxconnect).
«La paleontología fascina porque es viajar en el tiempo» Pedro Piñero.
—¿Por qué es especial Quibas?
En el año 94 quedó expuesta una cueva llena de sedimentos y cargada de fósiles. Se empezó a estudiar y hasta ahora hemos descubierto varias singularidades que lo hacen único a nivel internacional.
Una de ellas es su edad: no existe en Europa ningún yacimiento con una antigüedad entre 1.100.000 y 900.000 años que, además, tenga restos de vertebrados continentales.
También hemos visto que es el último refugio de animales subtropicales o tropicales de Europa. La región de Murcia fue el último refugio de especies que venían de épocas más cálidas.
Además, hemos descubierto siete fases climáticas —glaciales e interglaciales— que nos permiten saber cómo evolucionó el clima y el paisaje en el sur de Europa en ese tiempo.
—Vuestro descubrimiento estrella es un lince… ¿por qué es tan importante?
Porque es el esqueleto más antiguo que se conoce. En Rusia hay un fragmento de cráneo algo más antiguo, pero nosotros hemos obtenido hasta 60 piezas del mismo individuo. Esto nos permite saber si era más grande o más pequeño que el actual, si ya cazaba conejos o tenía otra dieta. Además, nos abre una ventana para entender cómo era la Península Ibérica hace un millón de años y cómo afectaron los cambios climáticos a su distribución.
—¿Cuántos años más puede durar la investigación?
Nuestra intención es seguir trabajando hasta finales de esta década. Pero no queremos excavar por excavar, sino estudiar y contextualizar los procesos que ocurrieron hace un millón de años. Lo que encontremos servirá también para entender cómo se han extinguido otras especies que no fueron humanas.
—¿Estudiar fuera o hacer ciencia puede dar más información para la paleontología?
Conocer el pasado nos permite anticipar medidas de conservación. Si sabemos cómo se comportaban los ecosistemas en climas más cálidos o más fríos, podemos sacar conclusiones sobre cómo se comportarán en el futuro.
Estudiando el pasado podemos aplicar ese conocimiento a la conservación actual.
—¿Qué diferencias hay entre los ecosistemas antiguos y la actualidad?
Los paisajes eran mucho más naturales. Ahora vivimos en un sistema completamente antropizado. Los animales ya no pueden moverse para explorar al ritmo que lo hacían antes. Un lince hace un millón de años podía recorrer toda la Península, mientras que hoy necesita pasos de fauna para cruzar carreteras.
—¿Está aumentando el interés por la paleontología?
Sin duda. La paleontología nos permite “viajar en el tiempo”, algo que fascina a todo el mundo. La Tierra tiene memoria y la guarda en los fósiles. Además, gracias a las técnicas analíticas, podemos saber cómo vivían los animales, qué comían y cómo se movían. También hay más conciencia de conservar y de aprender de los ecosistemas pasados.
—¿Qué preguntas quedan por responder?
Cómo será la vida y qué consecuencias tendrá la actual pérdida de biodiversidad. Hace 25.000 años se produjo una desaparición masiva del 95% de la fauna de grandes mamíferos de Europa.
En el futuro podríamos estar abocados a un proceso parecido si no revertimos esta situación.
La Razón. 10



